lunes, 19 de marzo de 2012

1. Despertando los sentidos

Cambiamos de pais, dejamos atras la primera gran etapa de nuestro viaje, el sudeste asiatico. Llegamos a la India con el nerviosismo de entrar en pais nuevo, gente diferente, nueva gastronomia, nueva cultura... todo nuevo, pero a lo grande, un pais enorme que no recorreremos completamente y que seguramente no comprenderemos del todo, ni en un puñado de vidas daria tiempo a entender las costumbres, la sociedad, la religion de este pais, al que llegamos con los ojos bien abiertos, con muchas ilusiones puestas en el y que tanto nos puede enseñar.

La primera gran alegria fue la llegada de Martin y Ainara, que llegaron escalonadamente. Un cartel les esperaba: "Hotel Namascar Martin " un dia y "Hotel Namascar Ainara " al siguiente, pero ambos disfrutaron del buen servicio del mejor taxista de Delhi, nuestro colega Facundo.


Nuestra entrada a la India ha sido brutal, un zarandeo a nuestras emociones, un despertar de la calma y la comodidad anteriores y un golpe a todos los sentidos.
Olor a basura, especias, excrementos, tabaco escupido sin ningun rubor, incienso, humo...
Sabor picante y especiado de samosas, paranthas, chapatis y puris...

 

Ruido atroz creado por los bocinazos incesantes, sin ningun prejuicio y sin ningun complejo, de coches, motos y rickshaws, llamadas ansiosas de vendedores, risas picaras de los niños, peticiones de limosna de multitud de desafortunados y llamadas a sus fieles desde templos hindues, budistas, sijs o mezquitas musulmanas.
La vista no queda indiferente. A cada movimiento de cabeza los ojos se clavan en algo mas impactante y asombroso que lo anterior. Color, mucho color, de saris y turbantes, telas, flores en forma de ofrendas, bisuteria, ojos oscuros y miradas penetrantes.
Tacto de polvo, roces con vacas sagradas, con ciclorickshaws y apretones firmes de manos curtidas.



 





Decidimos abandonar el ajetreo de Delhi y nos dirijimos a Haridwar, uno de los siete lugares sagrados, que todos los hinduistas deben visitar una vez en su vida. Aqui el Ganges abandona los valles del Himalaya para adentrarse en las extensas llanuras hasta su desembocadura. La espiritualidad de Haridwar se encuentra a orillas del rio, mas concretamente en el Gath Hari Ki Pairi (gath de la Pisada de Dios), donde acuden miles de peregrinos a bañarse y entregar ofrendas en sus sagradas aguas. No estabamos en temporada alta pero aun asi, las escaleras estaban a rebosar de fieles, santones, sacerdotes y demas personajes.







Los Karwarias, famosos peregrinos caminantes, llevan un tipo de balanza con llamativos adornos donde colocan agua sagrada del Ganges. Caminan centenares de kilometros, muchos de ellos descalzos, para alcanzar su destino, el pueblo de cada uno, donde ofreceran el agua al templo local del dios Shiva. Existen paradores donde se les ofrece comida, bebida, duchas, medicinas, lugar de descanso y perchas donde colgar las balanzas, ya que estas no deben tocar el suelo.



28 kms al norte esta Rishikesh, pueblo que cubre ambas orillas del rio Ganges y que estan comunicadas por un puente colgante. Es tranquilo, sin el acoso constante de los bocinazos de las ciudades, y repleta de monos dispuestos a robarte por las malas los platanos del desayuno. 


 


Aqui acuden multitud de turistas atraidos por la cantidad de centros de meditacion, yoga y retiros espirituales, creando una atmosfera tranquila y bastante hippie.
Estuvimos en clases de yoga, relajandonos y canalizando la mucha energia que emana la India y alucinando con la flexibilidad y concentracion de nuestro maestro, haciendo posible lo imposible.

 

 

 


Pasar de los 40 grados de Malasia a los 10 que hemos encontrado aqui en Rishikesh nos ha costado un pequeño catarro que, a base de tes con jengibre, miel y limon y unas gotas de propoleo vamos superandolo.








domingo, 18 de marzo de 2012

2. Tierra de reyes

Gracias a una de las mas grandes redes ferroviarias del mundo, legado de los ingleses, mas de 20 millones de indios viajan en tren al dia. Comprar un billete sin antelacion resulta practicamente imposible, asi que para escapar del frio invernal de Rishikesh que tanto nos sorprendio, tuvimos que montarnos en un bus-cama mas de 15 horas. Como experiencia nueva estuvo bien. Desde lo alto de nuestro camastro de poco mas de un metro para compartir entre dos, veiamos los pasillos repletos de gente acurrucada bajo sus mantas, escuchabamos la musica taladrante y a todo volumen de los moviles, los tremendos bocinazos anunciando nuestro paso arrollador, asi como todo tipo de sonidos desagradables que emite el cuerpo humano, todo ello bajo el perfume embriagrador de sucios calcetines, comidas especiadas, tabaco mascado y escupido..., que junto con el calor que cada uno de nosotros desprendia, cargaban el ambiente.


Dormir lo que es dormir no dormimos mucho ya que pasamos mas de la mitad del tiempo suspendidos entre el colchon y el techo por la cantidad de baches que hay en las carreteras indias, por no hablar de volantazos, frenazos y adelantamientos sucidas.
Por fin con los ojos bizcos y las piernas temblorosas recogimos nuestras polvorientas mochilas del mugriento maletero. Ya estabamos en Pushkar, nuestro primer destino en Rajastan, tierra de reyes y maharajas, de fortalezas y palacios, de desiertos y de caravanas de camellos, con una rica y turbulenta historia. 



Los rajputas, descendientes de clanes guerreros, habitan estas tierras desde hace mas de un milenio. Famosos por su sentido del honor y valor en la batalla, preferian el suicidio antes que la rendicion. 
Los maharajas controlaban los diferentes estados, como señores feudales cobrando impuestos a cambio de proteccion. Tras el paso de mongoles, ingleses y la posterior independencia india, los maharajas fueron cediendo poderes politicos pero conservando posesiones, titulos, status y viviendo como siempre, "viviendo como marajas".





Dice la leyenda que Pushkar nacio de una flor de loto que Brahma dejo caer en la tierra. Aqui se encuentra uno de los pocos templos de Brahma del mundo, por eso este lugar atrae a muntitud de fieles y peregrinos.
El punto central de la ciudad es un lago sagrado rodeado de 52 gaths que caen hasta sus aguas.


Desde uno de estos gaths se esparcieron las cenizas de Gandhi.


La ciudad es pequeña y tranquila repleta de callejuelas donde perderse, visitar templos, ver palacios y disfrutar del juego de luces y sombras por las estrechas calles.




Sin saber que nos deparaban los siguientes destinos Pushkar nos regalo unos dias de tranquilidad.


Nos montamos 5 horas en el incomodo tren que nos llevo a Udaipur, conocida como la ciudad mas romantica de Rajastan.
Muchos templos y palacios rodean el lago Pichola, con su presa de ladrillo y sus poco profundas aguas.



Visitamos el Palacio de la Ciudad, donde Baraht, nuestro guia en español, nos adentro un poco en la forma de vida de los maharajas:


Rodeados de joyas, pinturas, princesas y doncellas, musicos, sabios, sirvientes y decenas de mujeres, sometian al pueblo bajo su dominio, cobrando impuestos y tributos del duro trabajo de los campesinos, artesanos, curtidores....., todo para mantener su posicion, vamos, mas o menos como el estilo de vida como en el que vivimos.


Asi, con chuleria....







sábado, 17 de marzo de 2012

3. Polvo y arena

Tanto disfrutamos las 16 horas de bus hasta Pushkar, que nos volvimos a aventurar en otra maratton a bordo del bus con destino Jaisalmer, ultima ciudad hacia occidente, muy cerca de la frontera con Pakistan, en el desierto del Thar. Jaisalmer fue un punto comercial importante en la ruta de las caravanas, pero el auge del comerecio maritimo acabo por eclipsarla. De esto queda el impresionante fuerte de arena rodeado de murallas que domina la ciudad y las estrechas callejuelas con sus casas color desierto, muy adornadas con tallas de piedra en sus paredes.




Es una ciudad pequeña y polvorienta que ahora vive practicamente del turismo, llena de tiendas de telas, restaurantes, hoteles, puestos de souvenirs, buscavidas y agencias turisticas ofertando visitas al desierto.



Las 16 interminables horas de bus nos hizo bajar la guardia, llegamos al hotel cansados, llamados por el buen precio, el buen trato, la buena terraza y el buen servicio. Todo esto era un reclamo para ofertarnos el tour por el desierto que, debido al cansancio acumulado y a la habilidad del txabal, decidimos contratar para irnos al dia siguiente al desierto a "hacer el gringo"... nos vamos de "Camel Safari".



Recorrimos en jeep 35 kms de los 75 que nos dijeron, nos alejarian de Jaisalmer para adentrarnos en el desierto. Paramos y aparecieron Ali Baba y los 40 ladrones con los cinco camellos y los chicos musulmanes que nos acompañarian en nuestra travesia. Fuimos los cuatro en compañia de Paulina, una chica francesa muy simpatica que hablaba bastante bien español y que iba a estar dos noches. Montamos en nuestras bestias a pesar de sus gruñidos y paso a paso, como se avanza en el desierto, paramos en el primer y unico pueblo de los cuatro que dijeron que visitariamos; un pueblo polvoriento, en medio de la nada, donde nos pidieron rupias, bolis, papeles, cualquier cosa, el caso era pedir y pedir.



 

Entre risas y decepcion algunos de nosotros montamos en los camellos mientras otros recorriamos a pie el arido camino entre piedras y matorrales espinosos hasta llegar al poco rato a una de las pocas sombras donde nos prepararon una muy buena comida con unos chapatis de kilo, y dejamos pasar las horas de calor como pudimos.

 

 De ahi a la "gran duna", bueno, un monticulo de arena lleno de basura. Montamos el campamento para pasar la noche, disfrutamos de la bonita puesta del sol en las cercanas tierras pakistanies, cenamos muy bien gracias a la hospitalidad musulmana, siempre atentos de que no nos faltase de nada, hicimos un fuego y charlamos lo que pudimos con nuestro escaso ingles.




 De repente, de la nada, aparecio un habitante del desierto, con un saco lleno de birras que paseaba de duna en duna, de campamento en campamento, en busca de turistas que las compraran calientes y a precio excesivo. Tambien aparecio de nuevo Ali Baba con unos turbantes naranja fosforitos que respetuosamente, a nuestro pesar y escondiendo la risa, nos pusimos. El tour no iba como nos habian prometido, pero los chicos eran muy buena gente, y solamente la calma y tranquilidad que tanto echabamos de menos despues de las caoticas ciudades, merecia la pena.
Dormimos sobre mantas, en el suelo,  como dijo un sabio: "en un hotel de mil estrellas".