sábado, 17 de marzo de 2012

3. Polvo y arena

Tanto disfrutamos las 16 horas de bus hasta Pushkar, que nos volvimos a aventurar en otra maratton a bordo del bus con destino Jaisalmer, ultima ciudad hacia occidente, muy cerca de la frontera con Pakistan, en el desierto del Thar. Jaisalmer fue un punto comercial importante en la ruta de las caravanas, pero el auge del comerecio maritimo acabo por eclipsarla. De esto queda el impresionante fuerte de arena rodeado de murallas que domina la ciudad y las estrechas callejuelas con sus casas color desierto, muy adornadas con tallas de piedra en sus paredes.




Es una ciudad pequeña y polvorienta que ahora vive practicamente del turismo, llena de tiendas de telas, restaurantes, hoteles, puestos de souvenirs, buscavidas y agencias turisticas ofertando visitas al desierto.



Las 16 interminables horas de bus nos hizo bajar la guardia, llegamos al hotel cansados, llamados por el buen precio, el buen trato, la buena terraza y el buen servicio. Todo esto era un reclamo para ofertarnos el tour por el desierto que, debido al cansancio acumulado y a la habilidad del txabal, decidimos contratar para irnos al dia siguiente al desierto a "hacer el gringo"... nos vamos de "Camel Safari".



Recorrimos en jeep 35 kms de los 75 que nos dijeron, nos alejarian de Jaisalmer para adentrarnos en el desierto. Paramos y aparecieron Ali Baba y los 40 ladrones con los cinco camellos y los chicos musulmanes que nos acompañarian en nuestra travesia. Fuimos los cuatro en compañia de Paulina, una chica francesa muy simpatica que hablaba bastante bien español y que iba a estar dos noches. Montamos en nuestras bestias a pesar de sus gruñidos y paso a paso, como se avanza en el desierto, paramos en el primer y unico pueblo de los cuatro que dijeron que visitariamos; un pueblo polvoriento, en medio de la nada, donde nos pidieron rupias, bolis, papeles, cualquier cosa, el caso era pedir y pedir.



 

Entre risas y decepcion algunos de nosotros montamos en los camellos mientras otros recorriamos a pie el arido camino entre piedras y matorrales espinosos hasta llegar al poco rato a una de las pocas sombras donde nos prepararon una muy buena comida con unos chapatis de kilo, y dejamos pasar las horas de calor como pudimos.

 

 De ahi a la "gran duna", bueno, un monticulo de arena lleno de basura. Montamos el campamento para pasar la noche, disfrutamos de la bonita puesta del sol en las cercanas tierras pakistanies, cenamos muy bien gracias a la hospitalidad musulmana, siempre atentos de que no nos faltase de nada, hicimos un fuego y charlamos lo que pudimos con nuestro escaso ingles.




 De repente, de la nada, aparecio un habitante del desierto, con un saco lleno de birras que paseaba de duna en duna, de campamento en campamento, en busca de turistas que las compraran calientes y a precio excesivo. Tambien aparecio de nuevo Ali Baba con unos turbantes naranja fosforitos que respetuosamente, a nuestro pesar y escondiendo la risa, nos pusimos. El tour no iba como nos habian prometido, pero los chicos eran muy buena gente, y solamente la calma y tranquilidad que tanto echabamos de menos despues de las caoticas ciudades, merecia la pena.
Dormimos sobre mantas, en el suelo,  como dijo un sabio: "en un hotel de mil estrellas".

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